
Arnaldo D. Torroja. Hace algún tiempo se le atribuyó a un político local cierta conversación, en la que según parece, por el revuelo montado entre los supuestos referidos, acusaba a algunos «periodistas» y medios locales de ser unos «chirlachis».
Una acusación esta que a pesar de ser jaleada por los ‘afectados’, como si de una causa cívica se tratase, apenas tuvo repercusión y mucho menos el apoyo que algunos hubieran deseado, quedando reducida a una escueta y lacónica nota de una asociación de prensa andaluza apenas conocida.
Pero volviendo al término en cuestión, habría que definir exactamente qué se entiende por «chirlachis». Nuestra ilustre y real academia de la lengua poco o nada nos cuenta sobre el polémico término, aproximándolo en una búsqueda algo forzada al verbo «Chirlar», que viene a significar, siempre según la académica institución, algo así, como hablar atropelladamente o metiendo ruido, quizá está definición no esté tan alejada del apelativo en cuestión.
Aún así y afinando algo más la aproximación y dado lo popular del calificativo, por proximidad lingüística no está de más echar un vistazo al siempre socorrido «diccionario» gaditano, rico en muestras del hablar de gentes, argot de tascas y rimas chirigoteras y es precisamente en este, donde encontramos una acepción más exacta del «palabro» en el que dícese de «persona mediocre y vulgar», no siendo para nada sorprendente que el mismo se encaje entre chirigota y chirlar, en este caso en definición algo menos noble que la indicada por la RAE.
Hecha la aproximación y aclarado para los menos castizos el significado del término, ya podemos situar adecuadamente lo intitulado en este artículo, señalando, sin temor a equivocarnos, que se entiende en Ceuta por «chirlachis de la prensa».
Más o menos un grupete de amigotes tabernarios, chillones, vocingleros y vulgares que sin cualificación, mérito o capacidad alguna, afinan machota en tecla, al dictado de ciertos efluvios o enajenaciones transitadas.
Una verdadera cuadrilla formada por autóctonos aficionados o plumillas foráneos que arribaron a estas tierras huyendo desterrados de otras latitudes, quizás mas frías y algo húmedas, donde a mayor competencia menor posibilidad, intuyendo que en un pueblo como Ceuta, encontrarían esa mediocridad editorial, ya sea aforada, luminada, mentirosa, desactualizada o del día a día, de quienes su único objetivo panfletario es el de hacer caja a costa del libelo extorsionador y chantajista, tan propio de un modelo político latino-cateto, en el que el noble arte de la política hace siglos que sucumbió, más o menos, desde aquellos tiempos en los que Cicerón, hasta el moño del traicionero Catilina, pronunciaba aquello de Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra.