Desde el Diván | Palestina: la paz que siempre se deja pasar

EAC. Durante más de 75 años, el conflicto entre palestinos e israelíes se ha contado casi siempre como una lucha entre víctimas y opresores. Pero si miramos los hechos sin prejuicios, aparece una realidad incómoda: una larga serie de oportunidades desperdiciadas para crear un Estado palestino, oportunidades que no se perdieron por falta de ofertas, sino por decisiones políticas propias.

En 1947, la ONU propuso dividir el territorio en dos países: uno judío y otro árabe. Era la ocasión perfecta para nacer como nación. La respuesta de los líderes palestinos fue un “no” rotundo, con la promesa de que una guerra expulsaría a los judíos. El resultado fue el contrario: derrota, éxodo y el comienzo de un conflicto que aún hoy quema vidas y esperanzas.

Después, en 1967, tras otra guerra, los territorios de Gaza y Cisjordania pudieron haber sido la base de ese país soñado. Otra vez, rechazo. No paz, no reconocimiento, no negociaciones. Medio siglo más tarde, las consecuencias son las mismas: pobreza, frustración y un futuro bloqueado.

Incluso cuando hubo intentos de avanzar —los Acuerdos de Oslo en los 90 o la retirada israelí de Gaza en 2005— el camino terminó en violencia, corrupción y cohetes. Las ayudas internacionales se transformaron en túneles, armas o fortunas privadas, mientras la población sigue atrapada entre facciones que no celebran elecciones, callan disidencias y educan a los niños en el odio.

Mientras tanto, Israel, con todos sus problemas, levantó una democracia moderna, próspera y tecnológica. Podría haber sido un vecino con el que cooperar, aprender y progresar. Pero el discurso dominante en buena parte del liderazgo palestino sigue siendo el mismo: no hay acuerdo posible si Israel sigue existiendo. Con ese punto de partida, no hay negociación que prospere.

La verdadera tragedia palestina no está solo en las guerras o los bloqueos. Está en la negativa a reconocer al otro, en la costumbre de culpar a Israel de cada fracaso, en el miedo a asumir responsabilidad. Hasta que surja un liderazgo dispuesto a cambiar el odio por la construcción, la causa palestina seguirá siendo, sobre todo, la historia de una paz que siempre se deja pasar.

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