Por Sándor Petőfi

Un viento recorre Europa: es el eco de las campanas que despiertan a los pueblos dormidos. Los guardianes del viejo orden tiemblan ante su avance. Desde Bruselas hasta Estrasburgo, desde los despachos de los burócratas hasta las redacciones de los grandes medios, todos se conjuran en apóstata alianza para contenerlo: globalistas y tecnócratas, banqueros y partidos establecidos, viejos conservadores y nuevos progresistas.
Pero su temor no es vano. Porque lo que se levanta no es una sombra, sino un despertar.
Los pueblos de Europa, olvidados y despreciados por décadas, reclaman nuevamente su derecho a existir, a preservar su cultura, a decidir su destino. Las fronteras, las tradiciones y la soberanía, que muchos dieron por muertas, resurgen hoy como banderas de dignidad.
El patriotismo no nace del odio, sino del amor: amor a la tierra, a la historia y a la comunidad que nos ha dado forma. Y ese amor, que los poderosos llaman amenaza, es la fuerza que alimenta a millones de europeos que no aceptan ser reducidos a simples piezas en la maquinaria de la globalización.
Europa está ante una encrucijada:
o continuar bajo el dominio de élites que niegan la identidad de sus pueblos,
o abrir paso al renacimiento de una Europa fiel a sí misma, diversa en sus naciones, unida en su dignidad.
Que los poderosos lo comprendan: el despertar patriótico ya no puede ser sofocado.
El futuro pertenece a los pueblos que se atreven a defender su alma.
De pie patriota, la patria llama!
He aquí el momento, ahora o nunca!
Seremos esclavos, o libres?
Ésta es la pregunta, respóndan! –
Al Dios de los patriotas
Le juramos,
Le juramos, que esclavos más
No seremos!