
EAC. En Ceuta ya no caben más maquillajes ni discursos amables. La presión migratoria es evidente, las cifras lo demuestran y el día a día lo confirma. Sin embargo, desde Madrid se sigue intentando vender una imagen de calma que no existe. El Ministerio del Interior presume de que en España las entradas irregulares bajan, pero oculta que en Ceuta suben. Ese intento de manipular la realidad es una falta de respeto para una ciudad que lleva años soportando una carga desproporcionada.
El engaño es doblemente grave cuando hablamos de menores. La política actual se ha convertido en un anuncio en letras rojas: “Si logras entrar en Ceuta, tendrás un camino directo a la península”. ¿Qué provoca eso? Que cada vez más familias marroquíes empujen a sus hijos a cruzar, creyendo que es un billete seguro hacia un futuro mejor. Y mientras tanto, la ciudad se desborda, el CETI rebosa y los recursos se agotan. El llamado “efecto llamada” no es una invención: es un drama que se palpa en las calles de Ceuta.
Frente a este panorama, hay que reconocer una verdad incómoda: Vox Ceuta fue el único partido que lo dijo alto y claro desde el principio. Denunció que las políticas de PP y PSOE eran suicidas, que estaban alimentando el problema en lugar de solucionarlo. Se les llamó alarmistas, se intentó desacreditarlos y ridiculizarlos. Hoy los hechos les han dado la razón. Mientras otros miraban hacia otro lado, ellos señalaban lo que nadie quería escuchar.
Ceuta no necesita más relatos edulcorados ni estadísticas a medias. Necesita soluciones reales y la valentía de reconocer que lo que ocurre aquí no es un fenómeno aislado, sino la consecuencia directa de años de políticas irresponsables. Callar, negar o maquillar solo agrava la situación. Y lo más indignante es que quienes advertían de ello fueron silenciados, cuando en realidad estaban diciendo lo que la ciudad entera ya sabía pero prefería callar.