La Atalaya | 5 de agosto de 1979: El día que Mauritania desnudó la ocupación marroquí

Firma de la paz entre Mauritania y el Sáhara occidental (Argel, 1979)

EAC. Hoy, 5 de agosto, se cumplen 46 años de una fecha crucial en la lucha por la autodeterminación del Sáhara Occidental. En 1979, Mauritania tomó una decisión histórica que desarma por completo el relato expansionista marroquí: se retiró del territorio saharaui, renunció de forma definitiva a cualquier pretensión sobre él, y reconoció al Frente Polisario como el único y legítimo representante del pueblo saharaui.

Este acto, firmado con solemnidad y sentido de justicia, marcó una victoria diplomática y militar para los saharauis. La joven República Árabe Saharaui Democrática (RASD), nacida en plena resistencia, lograba que un Estado que pocos años antes había participado del reparto colonial del territorio junto a Marruecos, reconociera públicamente su error y apostara por el respeto al derecho internacional.

Fue un giro trascendental. Mauritania, a diferencia de su vecino del norte, supo leer con claridad los principios de la legalidad internacional: la inviolabilidad de las fronteras heredadas del colonialismo, el derecho de los pueblos a decidir su destino, y el deber de construir la paz con justicia y dignidad. Y actuó en consecuencia.

La retirada mauritana del Sáhara Occidental fue más que una salida política: fue un reconocimiento de que esa tierra no le pertenecía. Un mensaje claro que, 46 años después, sigue vigente y cobra aún más fuerza frente al empecinamiento marroquí por sostener una ocupación insostenible.

En aquellos días de 1979, la correlación de fuerzas en el terreno indicaba que la guerra podría haber tenido un desenlace radicalmente distinto. Con Mauritania fuera del conflicto, el camino hacia El Aaiún parecía libre para los combatientes saharauis. La derrota de Marruecos era inminente. Pero la intervención directa de Estados Unidos y Francia, mediante apoyo militar y logístico al régimen marroquí, torció el rumbo de la historia y prolongó una guerra injusta que aún hoy impide la paz.

Marruecos, extenuado por una guerra que no podía ganar, fue sostenido artificialmente por potencias que priorizaron sus intereses estratégicos por encima del derecho del pueblo saharaui. Así se consolidó una ocupación ilegal que arrastra hasta nuestros días el estigma de la injusticia.

La enseñanza de aquel 5 de agosto es clara: la solución al conflicto del Sáhara Occidental no vendrá de la fuerza ni del chantaje diplomático, sino del respeto al derecho del pueblo saharaui a decidir sobre su tierra. Una paz real solo será posible cuando se reconozca la legitimidad de la República Árabe Saharaui Democrática y se restituya su soberanía plena, con El Aaiún como capital.

Mauritania supo rectificar. Marruecos, tarde o temprano, tendrá que hacerlo también. La historia no se detiene. Y para la libertad del pueblo saharaui tampoco.

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