Editorial | El precio de la cobardía: Ceuta en manos de la quinta columna

EAC. Ceuta vive una transformación silenciosa y peligrosa. No se trata ya de inmigración, ni de convivencia, ni de solidaridad: se trata de una cesión progresiva de soberanía cultural, institucional e identitaria. Lo que estamos presenciando no es un fenómeno social: es una marroquinización calculada, alimentada por décadas de complejos, cobardías y políticas multiculturalistas que han desarmado a la ciudad frente a una amenaza cada vez más evidente.

Juan Vivas, presidente eterno y símbolo del poder anestesiado del Partido Popular en Ceuta, no solo ha renunciado a plantar cara al problema: ha sido su principal facilitador. Su pacto constante con el PSOE, con formaciones abiertamente islamizantes y marroquinizadoras y su desprecio por las alertas de la ciudadanía, lo han convertido en cómplice de un proceso de transformación que, a día de hoy, pone en duda el futuro español de Ceuta.

Hace tiempo que muchos ceutíes, en voz baja, lo ven claro: hay una parte de la ciudad que no quiere ser española. No lo dice abiertamente, pero actúa desde dentro como quinta columna. Se beneficia de los servicios del Estado, de las ayudas públicas, de la sanidad, de la educación… pero responde a otros intereses, a otra bandera, a otra lealtad.

Hoy, en algunos barrios, ondear la rojigualda es un acto de valentía. Defender la unidad nacional te convierte en “provocador”. Y mientras tanto, el Gobierno local no solo calla, sino que castiga a quien alza la voz. Lo vimos con la declaración de persona non grata a Santiago Abascal, líder del único partido que ha osado llamar a las cosas por su nombre. Una decisión vergonzosa, promovida por quienes deberían proteger la soberanía de esta ciudad.

Durante años nos han vendido que el multiculturalismo era riqueza. Que la diversidad era una oportunidad. Que aquí no había problemas, solo prejuicios. Pero la realidad ha desmontado el discurso: lo que existe en Ceuta no es convivencia, es claudicación. Un modelo impuesto desde la comodidad de Madrid por partidos que no entienden la frontera, ni el islam político, ni el peso geoestratégico que esta ciudad representa.

Ceuta está dejando de ser una ciudad española con minoría musulmana para convertirse, paso a paso, en una ciudad de mayoría musulmana con minoría española. Y ante ese hecho demográfico, ideológico y político, no hay ni una sola medida estatal de protección, refuerzo ni contrapeso.

El multiculturalismo aquí no ha generado integración, ha generado fractura. Porque no se puede integrar a quien no quiere integrarse, a quien se reconoce públicamente en la bandera de otro país, y que justifica incluso la violencia si se la ordena su rey.

Hoy, guste o no, solo VOX ha tenido el valor de denunciar lo que sucede en Ceuta. Lo ha hecho con claridad, sin miedo al qué dirán, sin someterse al chantaje de lo “políticamente correcto”. Mientras el resto de partidos callan, negocian o pactan con los responsables de esta deriva, VOX ha sido claro: Ceuta está en riesgo, y solo una reacción política firme puede revertir el proceso de desespañolización que sufrimos.

La pregunta no es si Ceuta cambiará, porque ya lo está haciendo. La pregunta es si el Estado español está dispuesto a defenderla como parte inseparable del país, o si seguirá dejando que se diluya bajo una estrategia marroquí de largo plazo, ejecutada por dentro.

Ceuta no necesita más subvenciones ni más talleres de integración. Necesita una regeneración política profunda, un blindaje institucional y una defensa cultural y territorial sin complejos. Y para eso, lo primero que debe caer es el muro de silencio cobarde levantado por Vivas y su séquito durante más de 20 años.

La ciudad merece algo mejor que un presidente que solo busca sobrevivir políticamente mientras el tejido que une a Ceuta con España se deshace calle a calle. Ceuta necesita coraje. Y ese coraje, hoy, no lo representa el poder, sino la oposición valiente de unos pocos españoles que ya no están dispuestos a mirar hacia otro lado.

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