
EAC. Ceuta se deshace en silencio mientras su población duerme la siesta, baila en la plaza y se entretiene con procesiones, conciertos y tardes de playa. La ciudad vive de espaldas a su propia realidad, anestesiada, indiferente, como si no estuviera en marcha un plan meticuloso para romper su españolidad y arrebatarle su soberanía.
Marruecos no oculta su estrategia: empuja a sus menores a cruzar la frontera, alienta el flujo constante de inmigración ilegal, alimenta estructuras de agitación interna y permite que florezcan voces que hablan ya abiertamente de “liberación”. ¿De qué? De un territorio español que su monarquía aún sueña con anexionar. Y lo están logrando. No por fuerza, sino por abandono. No con tanques, sino con una invasión silenciosa a rachas escandalosa, mientras quienes deberían resistir están ocupados en fiestas, verbenas o simplemente mirando a otro lado.
La aparición de grupos pro-marroquíes en Ceuta, el discurso cada vez más desacomplejado que niega la legitimidad española y la infiltración de una quinta columna que opera sin disimulo, son señales inequívocas de que el terreno ya se está cediendo. El enemigo no necesita disparar un solo tiro: le basta con esperar mientras la ciudad se entretiene.
¿Qué hacen los ceutíes? Nada. O peor: colaboran con su inacción. Una parte de la ciudadanía ha decidido que es más cómodo ignorar lo que ocurre que enfrentarlo. Prefiere el ruido de los tambores y las luces de feria al eco inquietante de una frontera que cruje. Prefiere una foto en la playa a una defensa activa de su identidad. Prefiere creer que “esto no va con ellos”.
Pero sí va. Va con todos. Porque el proyecto de Marruecos no es simbólico ni retórico: es real. Y avanza. Cada día que Ceuta no reacciona, cada día que no se planta cara a la infiltración, cada día que se normaliza lo anormal, es un paso más hacia la entrega.
No se trata de alarmismo. Se trata de una advertencia que ya llega tarde. La pérdida de soberanía no llegará con un acto oficial, sino como todo lo que ya está pasando: por abandono, por dejadez, por cobardía. Y cuando quieran reaccionar, será demasiado tarde. Porque no habrá españolidad que defender cuando ya no quede soberanía que sostener.