Opinión | Identidad, Tradición y Patria: Las bases de la restauración nacional y europea.

Por Juan Sergio Redondo Pacheco.

Europa atraviesa una encrucijada histórica. Lo que durante siglos fue una civilización forjada en los pilares del cristianismo, la herencia grecorromana y el genio germano-latino, hoy se ve sometida a fuerzas centrífugas que disuelven sus esencias en un relativismo agresivo, una cultura de la desvinculación, la suplantación demográfica y un materialismo sin alma. Frente a este panorama, se vuelve urgente articular un movimiento patriótico que, lejos de ideas vacías o imitaciones superficiales, recupere el nervio profundo de lo que ha hecho de Europa un hogar de pueblos con identidad, dignidad y destino.

La aparición de Patriotas por Europa en la escena politica europea es la evidencia de que no todo está perdido y de que aún hay esperanza. Esta iniciativa supranacional que comienza a aglutinar voluntades soberanistas, cristianas y tradicionales en el seno del continente, representa un primer paso para rescatar la dignidad política de Europa y oponer resistencia cultural y espiritual al globalismo disolvente. Esta corriente no nace de la nada: es la reacción natural de los pueblos ante la pérdida de su ser.

En el caso de España, este impulso encuentra ya una base consolidada en la labor que desde hace años viene realizando VOX. A pesar de las incomprensiones, las traiciones internas, las presiones externas y los intentos disgregadores auspiciados desde los medios del sistema, VOX ha puesto sobre la mesa un discurso claro, valiente y coherente en defensa de la soberanía nacional, la unidad de España, la familia y la tradición cristiana. Sin duda VOX, aún con sus limitaciones como toda obra humana, representa el embrión de un verdadero movimiento patriótico español con vocación histórica.

Ahora bien, si un proyecto patriótico de esta envergadura quiere realmente arraigar y perdurar, necesita beber de las fuentes profundas y solidas del pensamiento tradicional. Pensadores como Donoso Cortés, que ya en el siglo XIX advertía del nihilismo liberal y su inevitable deriva hacia el caos o G.K. Chesterton quien afirmaba que “cuando no se cree en Dios, se es capaz de creer en cualquier cosa”, ofrecieron una crítica premonitoria del racionalismo absoluto y el liberalismo que hoy siguen corrompiendo nuestras sociedades.

En cualquier caso, un verdadero movimiento patriótico español no puede ni debe contentarse con simples reformas técnicas. Este requiere de una restauración moral y espiritual, como la que defendía Ramiro de Maeztu, cuando manifestaba que: “La patria es espíritu. Ello dice que el ser de la patria se funda en un valor o en una acumulación de valores, con los que se enlaza a los hijos de un territorio en el suelo que habitan”. Es esa la identidad viva que ha dado forma al alma nacional a lo largo de los siglos.

José Antonio Primo de Rivera, cuya voz resuena aún hoy con fuerza profética, también ahonda en esa idea señalando que: “La interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera; pero es además, históricamente, la española. Toda reconstrucción de España ha de tener un sentido católico”. Su idea de una comunidad unida por la justicia, el deber y la fe sigue estando hoy más vigente que nunca, frente a la fragmentación y la pérdida del sentido colectivo.

Tampoco puede olvidarse el pensamiento de Víctor Pradera, cuyo “Estado Nuevo” sigue siendo una referencia imprescindible para comprender la estructura de la comunidad política como órgano vivo y orgánico, frente al artificio individualista liberal. O las lúcidas visiones de Juan Vázquez de Mella, que entendía la política como prolongación del orden natural y divino, no como simple gestión técnica ni como competición de intereses.

España tiene en su historia doctrinal una riqueza que debe ser rescatada para articular un movimiento fuerte, sólido, y verdaderamente nacional. Este movimiento no debe nacer de la ansiedad electoral ni del oportunismo temporal, sino de una vocación de permanencia que integre con naturalidad las distintas ramas del pensamiento patriótico: el tradicionalismo, el pensamiento católico y su doctrina social, el sindicalismo de inspiración patriótica y otras sensibilidades nacionales con vocación regeneradora. El enemigo común es claro: el liberalismo y sus derivados (socialismo, wokismo, globlalismo…), que bajo su manto de neutralidad ha corroído la comunidad, la fe y la Patria. Su crítica debe ser firme y sin complejos, pues como señalaba Donoso: “El liberalismo es pecado, porque pone la libertad por encima de la verdad”.

Este patriotismo ha de estructurarse sin sectarismos pero con claridad doctrinal. Debe rechazar el relativismo moral, la corrección política y el economicismo vacío que tanto daño han hecho al alma nacional. Debe ser, como decía José Antonio, “una unidad de destino en lo universal”. Y para eso, debe ser una obra política, pero también espiritual y cultural.

Hoy soplan vientos de reacción sana en Europa. Pero solo aquellas fuerzas que entiendan que la patria no es un producto, sino una herencia y una promesa, podrán convertirse en motores de una restauración verdadera. VOX, Patriots y Santiago Abascal a la cabeza, pueden y deben liderar ese movimiento. La hora de los patriotas ha comenzado, en España y en Europa.

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