La gran mentira de la aduana comercial: humo, propaganda y chantaje.

EAC. Durante meses, el Gobierno de Pedro Sánchez y el Ejecutivo de Juan Vivas prometieron un antes y un después para Ceuta. Aseguraron que la apertura de la aduana comercial con Marruecos marcaría un hito histórico, que reactivaría el comercio legal, generaría riqueza y consolidaría nuestra posición como ciudad estratégica.

La realidad, sin embargo, ha terminado siendo un duro golpe de realidad para muchos: la aduana no ha sido más que una gran mentira. Un artificio propagandístico sin efectos reales, una cortina de humo que ahora se desvanece, dejando al descubierto una operación fallida, gestada sin transparencia y ejecutada sin resultados.

Desde que se anunciara su funcionamiento a comienzos de este año, la aduana apenas ha gestionado 41 operaciones de importación y una única exportación. Los datos, ofrecidos por el propio Gobierno, hablan por sí solos: la aduana no está operativa en términos comerciales reales.

Lo que se prometió como una herramienta clave para los empresarios locales se ha convertido en una estructura decorativa, sin actividad, sin previsión de crecimiento y con un funcionamiento completamente limitado por condiciones impuestas por Marruecos.

Y es aquí donde comienza el verdadero problema. Porque más allá del fracaso técnico de la aduana, lo que preocupa es el trasfondo político: una vez más, España ha cedido ante Marruecos.

La aduana no ha sido nunca una herramienta de integración económica, sino una ficha más en el tablero de la presión diplomática. Marruecos nunca ha aceptado ni aceptará una normalización comercial que suponga reconocer la soberanía plena de Ceuta. Por eso limita el paso de mercancías, impone condiciones arbitrarias y mantiene el control de la operativa.

España, en lugar de defender con claridad los intereses de Ceuta, se ha plegado una vez más a los juegos tácticos de Rabat. Lo que debía ser un acuerdo bilateral ha acabado siendo una trampa asimétrica.

Los grandes olvidados de esta historia son los empresarios locales. Aquellos que confiaron en la palabra institucional, que esperaban una apertura comercial real, que planificaron inversiones pensando en nuevas oportunidades… Hoy comprenden que fueron simplemente parte del decorado.

La falta de información, la ausencia de consulta previa y la nula interlocución con el tejido productivo ceutí han sido constantes en todo este proceso. La Confederación de Empresarios de Ceuta (CECE) ya ha levantado la voz: no se les tuvo en cuenta y la aduana ha sido un fracaso absoluto.

Frente al silencio cómplice de muchos, hubo una voz que se atrevió a decir lo que otros callaban. VOX advirtió desde el primer momento que esta aduana era una estafa. Que no traería prosperidad ni comercio, sino más chantajes de Marruecos y una cesión inadmisible de soberanía.

Se les tachó de alarmistas, de exagerados, de oportunistas. Pero hoy, los hechos les dan la razón.

La aduana comercial ha sido un espejismo, una herramienta más de propaganda institucional. Ceuta merece algo mejor: una política clara, firme y con resultados reales. No promesas huecas, no más humo.

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